La espirometría consta de una serie de pruebas respiratorias sencillas, bajo circunstancias controladas, que miden la magnitud absoluta de las capacidades pulmonares y los volúmenes pulmonares y la rapidez con que éstos pueden ser movilizados (flujos aéreos). Los resultados se representan en forma numérica fundamentados en cálculos sencillos y en forma de impresión gráfica. Existen dos tipos fundamentales de espirometría: simple y forzada.

La gráfica que imprime el espirómetro representa en el eje vertical (las ordenadas) el volumen del flujo de aire (L/s) en función del tiempo, en el eje horizontal (las abscisas).

Su realización es relativamente sencilla y aporta información muy útil en pacientes con enfermedades respiratorias, en especial aquellos que son obstructivos (como la bronquitis) o restrictivos (como la fibrosis quística).

El paciente, de preferencia, debe estar relajado, sentado cómodamente frente al espirómetro, se afloja su vestimenta y se coloca la boquilla en su boca. Algunos técnicos respiratorios, los que suministran el examen, permiten al paciente dos o tres soplidos de práctica antes de la prueba real. Para la espirometría simple se indica a la persona que respire tranquilamente durante cuatro o cinco ciclos respiratorios y luego que lo haga con la máxima amplitud y rapidez que pueda.

Para la espirometría forzada se le instruye a la persona a realizar lentamente una inspiración máxima continuada por una espiración forzada y rápida, hasta expulsar todo el aire posible. Se repite la maniobra correctamente hasta completar tres oportunidades contiguas. Se le pide al paciente no ingerir alimentos pesados ni fumar de 4 a 6 horas antes de la prueba.

Es importante si el paciente ha estado tomando broncodilatadores, que traiga recomendaciones específicas de su médico tratante.